Cuento de la tradición sufí.
—¡Sois todos unos pecadores despreciables y unos holgazanes inmorales! —vociferaba un predicador ambulante a un grupo de aldeanos—. ¡Ningún hombre de este lugar verá las puertas del Paraíso!
—¿Estás seguro? —le preguntó Nasrudín.
—¡Haz todas las bromas que quieras, advenedizo! —bramó el predicador, furioso porque se pusiera en duda sus palabras—. ¡Tú serás el primero en sentir las llamas del infierno lamiendo tus botas!
—¿Y dónde irás tú después de morir?
—Los creyentes virtuosos como yo irán directamente al Paraíso eterno.
—En ese caso —contestó Nasrudín tranquilamente—, es mejor que acompañe a mis amigos y parientes al infierno. Prefiero contar chistes para entretenerlos que tener que vivir con maníacos como tú por toda la eternidad.
Tomado de: La siempre maravillosa página "Cuentos con luz propia"
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