La Búsqueda
Rabindranath Tagore, el poeta, había estado buscando a Dios durante millones de vidas. Le había visto algunas veces, a lo lejos, cerca de una estrella, y empezaba a ir en esa dirección, pero cuando llegaba a la estrella, Dios se había ido a otra parte. Pero él siguió buscando y buscando —estaba determinado a buscar el hogar de Dios— y la sorpresa de sorpresas fue que un día llegó a una casa en cuya puerta estaba escrito: «Casa de Dios».
Imagina su éxtasis, comprende su alegría. Subió corriendo las escaleras y estaba a punto de llamar a la puerta cuando su mano se quedó congelada de repente. Había tenido una idea: «Si por causalidad ésta es la verdadera casa de Dios, entonces ya he acabado, mi búsqueda se ha acabado. He llegado a identificarme con mi búsqueda, no sé hacer otra cosa. Si se abre la puerta y encuentro a Dios, la búsqueda se acaba. ¿Y entonces qué?»
Empezó a temblar de miedo, se quitó los zapatos y descendió los preciosos escalones de mármol. Tenía miedo de que Dios pudiera abrir la puerta aunque él no había llamado. Y a continuación se puso a correr tan rápido como nunca antes. Pensaba que había corrido detrás de Dios todo lo rápido que podía, pero ese día corrió como nunca, sin mirar atrás. El poema acaba: «Sigo buscando a Dios. Sé dónde está su casa, por eso la evito y busco por otros lugares. El desafío es muy grande, la emoción es muy grande, y mientras busco sigo existiendo. Dios es un peligro: seré aniquilado. Pero ahora ni siquiera temo a Dios, porque sé dónde vive. Por eso, evitando su casa, sigo buscándolo por el universo. Y en lo más profundo de mí sé que no busco a Dios; mi búsqueda es para nutrir mi ego».
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