10 diciembre 2006

No hay nada que festejar.


Cuando se cumplen 58 años de la promulgación de la declaración universal de los derechos humanos

Me llaman y me dicen que debería estar en plaza Italia, celebrando, y no estoy de acuerdo.

Para mí, solo se debe celebrar una muerte de una vida bien vivida. De una existencia que haya dado todos sus frutos posibles, que haya entregado lo que debía entregar. Esa es una muerte que merece ser festejada, porque ha cumplido su objetivo y nos ha hecho mejores.

Esta muerte, es una muerte de una vida sin sentido, de una vida que solo cosechó odios y muertes, de una persona que logro imponer en nuestro país un sistema económico y social, que a su vez genera más vidas sin sentido.

Ha muerto un monstruo, ha muerto una de las caras visibles de mal, pero las manos invisibles del poder nos seguirán acechando, y el caldo de cultivo que generó a un Pinochet esta aquí, diciéndonos que la muerte es una vía para lograr objetivos, que el terror es el camino para dominar.

Y aquí estamos, y podríamos celebrar este pequeño hito. Pero la muerte y el miedo nos dominan, y ni siquiera el gobierno puede darse el lujo de llamarlo “genocida” o “dictador”, aunque la mismísima presidenta haya sido torturada por sus ordenes.

Un monstruo no opera solo, necesita de gente, y esa gente no sale de la nada, sino que proviene de sistemas de odio, de materialismo desgarrado, de una carencia, inimaginable, de amor.

La ventaja de tener una cara visible del mal es que nos daba esperanzas de destruirlo. Ahora en un sistema de poder indestructible, hasta se nos mueren las esperanzas.

Así, tenemos un país sin voces, que en un gigantesco miedo al conflicto cree que democracia es no molestar a nadie. Así, tenemos un solo discurso inocuo, inofensivo, estéril. ¿Cuando nuestro país volverá a dar frutos?

Espero que comencemos a sembrar, no sobre las muertes, sino que juntándonos con los vivos.

Como dijo Mario Benedetti al enterarse de la noticia: “La muerte le ganó a la justicia”. Ni siquiera tendremos la sanción por parte del sistema. Todos sabemos la verdad, pero en este país las verdad sigue siendo un murmullo entre la multitud.

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