Cuento de origen desconocido.
En un vagón-restaurante, un pasajero estaba encargando la cena al camarero.
— De postre —pidió—, tomaré helado.
El camarero le dijo que no tenían helado. El hombre explotó:
— ¿Cómo dice? ¿Que no tienen helado? ¡Es absurdo! Soy uno de los mejores clientes de este ferrocarril. Todos los años organizo viajes para millares de turistas y envío cientos de toneladas de mercancías…, y cuando a mí personalmente se me ocurre viajar en el tren, resulta que no puedo conseguir algo tan simple como un helado. ¡Me va a oír el presidente de la compañía!
El chef, que lo había oído, llamó aparte al camarero y le dijo:
— Podemos conseguirle un helado en la próxima estación. Y, justo después de la mencionada parada, el camarero se acercó al enojado caballero y le dijo:
— Me complace informarle que el chef ha conseguido este helado especialmente para usted y espera que le guste.
El pasajero arrojó su servilleta encima de la mesa, levantó el puño y gritó:
— ¡Al demonio con el helado! ¡Prefiero estar furioso!
Tomado de: Cuentos con luz propia
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